Enfermo, ¿yo?
Tengo miedo, mucho miedo. La poca luz que me toca la cara a través de la persiana logra alterarme, me aterra. Me aterra la idea de que logren encontrarme… ¡NO! ¡Yo no quería hacerlo!, juro que no lo quería… ¡Agh!
Era 15 de Noviembre, Carter Desteal, Norte. 4:20 PM. Me encontraba solo en mi cuarto, estaba con los audífonos puestos, Dreamcast - Blank Banshee sonaba al tope en mis oídos. Trataba de mirar por la ventana, y juro que era lo único que quería hacer, o eso era lo que intentaba, mirar por la ventana, olvidar que el mundo aún giraba y que yo aún podía seguir respirando, pero no, no lo lograba, me distraía todo lo que aún tenía detrás de mí, todos esos libros, todas las historias y los dibujos, absolutamente todo giraba en torno a ella. Hermosura polar, hilos de oro colgando suavemente por su rostro hasta los hombros, ojos grandes tan intensos como malaquitas. Agh. Me revolví el cabello con mucha fuerza y grité, me tiré el cabello y volví a enfocar la vista por la ventana, miré el tronco del árbol lleno de sus garabatos. Todo estaría bien, y juro que podría estarlo… Si. Pero no, justo ella tenía que aparecer frente a mis ojos, porque cuando menos uno quiere ir al teatro, la función comienza, y demonios. Ella estaba preciosa. Volteé…
¿Eh? No me malinterprete señor, no estoy enfermo, no soy un maldito enfermo, no quiero admitirlo, pero estaba ahí, justo ahí, y yo sigo siendo un hombre, si, un hombre muy caprichoso debo decir… Ja. Usted la viera, las caras más inocentes son las que más peligrosas… Por rosa que veamos, nunca habrá que dudar de sus espinas. Déjeme decirle que Camille era un ángel, un ángel hermoso… Pero tenía una mente doble, partida, podía ser tan brillante como el sol en las mañanas o tan oscura como la boca del lobo.
Como iba diciendo, volteé, quería a más no poder olvidarme de la imagen de su piel de porcelana bajo el ropaje rosa que la cubría tan desesperadamente, como si temiera el perder la delicada y pequeña figura que estaba atrapada debajo… Aquel día, ya al punto de no poder aguantar más, me quité los audífonos y comencé a caminar por todo el cuarto. Quería olvidarla, quería olvidar por completo su existencia, quería dejar de pensar en ella, pero la puerta sonó, y vaya sorpresa que me llevé. No intenté nada, juro que no hice nada como tal vez te estés imaginando, solo hablamos un poco, me decía que estaba aburrida, que le aburría no tener que hacer, que estaba cansada de hacer nada, que quería jugar, que no quería estar sola, me dijo “quiero estar con John”, y mi corazón se agitó al instante, latía tan rápido que casi creí que iba a detenerse para siempre. Esa dulce criatura de voz suave estaba diciendo que quería estar conmigo, ¿puede creerlo usted? la niña que estaba atormentando mi mente había venido en busca de mi compañía. “John me gusta mucho”, me quedé atónito, sus dulces y suaves palabras se quedaron grabadas en mí cabeza, “John me gusta mucho”, repetí solo para mí, ella me abrazó, me abrazó fuerte, como quien vuelve a ver a un ser querido después de mucho tiempo... me gustó, seguía atónito porque no podía comprender, ¿era un juego?, ¿o en serio gustaba de mí? no tuve tiempo para pensar en una respuesta, me dijo que quería que le abraza, lo hice, que la abrazara fuerte, que la pegara más y más a mí. Lo hice. ¡Esa niña estaba jugando conmigo! y como me gustaba... “¿Serás mía?”, dejé escapar. Sentía sus pequeñas manos por partes del cuerpo donde el roce me hacía estremecer. Repetí seriamente, algo seco… “¿Serás mía?” se separó un poco, solo unos cuantos centímetros, me miró fijamente, quizás con miedo, sus ojos desmesuradamente abiertos y los labios en seña de separación, preparados para soltar un suspiro o un grito, no lo sé. La niña que estaba jugando conmigo, tenía miedo…
¡JA! Vosotros juzgan siempre lo primero, cualquier cara bonita y un poco inocente os hace creer que se es “inocente”, déjenme decirles, que no es así. Por favor, mírense, mírenme, ¿si no supieran los hechos, me juzgarían de enfermo? si, ya van entendiendo. Continuare. Camille, Camille, dulce, dulce, dulce Camille, ¿dulce? ¡por supuesto! piel de porcelana, hilos dorados, labios seductores, como sabía tocarme esa niña…
¡Cállese! usted está para juzgarme, pero ninguno logrará callarme. Esa niña sabía tocarme, y tocarme muy bien. Para ser tan joven se sentía con mucha experiencia en el tema… Tanto como seducirme con su sonrisa cuando “jugábamos” solos, como para otras cosas. ¿Ha escuchado usted alguna vez lo divertido que puede volverse jugar a las escondidas? y ¿lo gratificante que es la penitencia? Es una lástima que siempre que llegábamos a la parte más divertida, donde más excitado me encontraba, y ella más ardiente y madura se veía… Se detenía a reír un poco, esa sonrisa pícara de señorita, mirándome con cara de no saber nada. Discúlpeme si me muerdo los labios, si me paso la lengua o sonrío ladino, pero los recuerdos de sus roces me elevan a otro mundo y cuando entro en ese mundo… Ya no puedo parar.
Así es como pasó ese día… ¿quiere los detalles? ¿seguro está preparado para escuchar esto? Ja. ¡Como usted lo desee! me hacen emocionar en momentos tan difíciles como estos. Camille, belleza de porcelana… Mejillas rojas, labios rosas convertidos en rojo por cada beso y por cada mordedura, ¿Puede usted imaginar los secretos que se encontraban bajo su vestido? y lo dulce que era su piel… el tacto era perfecto, sus cabellos se movían y su cuerpo empezaba a expedir más y más calor… ¿Eh? ¿me detiene? –sonreí ladino- ¿no que quería saber los detalles?... ¡por última jodida vez! ¡no soy un enfermo! juro que no soy un enfermo, y juro que no lo quería, pero. Si su ropa interior ya era demasiado para mí, no puede imaginarse el éxtasis de verla de a poco, y hablarle con la lengua sin usar la voz… y su color pálido, y la sensación en mi tan…
Lo juro juez, no quería hacerlo, pero su piel… Su roce, su olor, ya no podía detenerme. Dolor es a placer, como corrompido es a incorrupto. ¡¡¡sálveme!!! ¡hágalo ya por favor! se lo ruego.
Era 15 de Noviembre, Carter Desteal, Norte. 4:20 PM. Me encontraba solo en mi cuarto, estaba con los audífonos puestos, Dreamcast - Blank Banshee sonaba al tope en mis oídos. Trataba de mirar por la ventana, y juro que era lo único que quería hacer, o eso era lo que intentaba, mirar por la ventana, olvidar que el mundo aún giraba y que yo aún podía seguir respirando, pero no, no lo lograba, me distraía todo lo que aún tenía detrás de mí, todos esos libros, todas las historias y los dibujos, absolutamente todo giraba en torno a ella. Hermosura polar, hilos de oro colgando suavemente por su rostro hasta los hombros, ojos grandes tan intensos como malaquitas. Agh. Me revolví el cabello con mucha fuerza y grité, me tiré el cabello y volví a enfocar la vista por la ventana, miré el tronco del árbol lleno de sus garabatos. Todo estaría bien, y juro que podría estarlo… Si. Pero no, justo ella tenía que aparecer frente a mis ojos, porque cuando menos uno quiere ir al teatro, la función comienza, y demonios. Ella estaba preciosa. Volteé…
¿Eh? No me malinterprete señor, no estoy enfermo, no soy un maldito enfermo, no quiero admitirlo, pero estaba ahí, justo ahí, y yo sigo siendo un hombre, si, un hombre muy caprichoso debo decir… Ja. Usted la viera, las caras más inocentes son las que más peligrosas… Por rosa que veamos, nunca habrá que dudar de sus espinas. Déjeme decirle que Camille era un ángel, un ángel hermoso… Pero tenía una mente doble, partida, podía ser tan brillante como el sol en las mañanas o tan oscura como la boca del lobo.
Como iba diciendo, volteé, quería a más no poder olvidarme de la imagen de su piel de porcelana bajo el ropaje rosa que la cubría tan desesperadamente, como si temiera el perder la delicada y pequeña figura que estaba atrapada debajo… Aquel día, ya al punto de no poder aguantar más, me quité los audífonos y comencé a caminar por todo el cuarto. Quería olvidarla, quería olvidar por completo su existencia, quería dejar de pensar en ella, pero la puerta sonó, y vaya sorpresa que me llevé. No intenté nada, juro que no hice nada como tal vez te estés imaginando, solo hablamos un poco, me decía que estaba aburrida, que le aburría no tener que hacer, que estaba cansada de hacer nada, que quería jugar, que no quería estar sola, me dijo “quiero estar con John”, y mi corazón se agitó al instante, latía tan rápido que casi creí que iba a detenerse para siempre. Esa dulce criatura de voz suave estaba diciendo que quería estar conmigo, ¿puede creerlo usted? la niña que estaba atormentando mi mente había venido en busca de mi compañía. “John me gusta mucho”, me quedé atónito, sus dulces y suaves palabras se quedaron grabadas en mí cabeza, “John me gusta mucho”, repetí solo para mí, ella me abrazó, me abrazó fuerte, como quien vuelve a ver a un ser querido después de mucho tiempo... me gustó, seguía atónito porque no podía comprender, ¿era un juego?, ¿o en serio gustaba de mí? no tuve tiempo para pensar en una respuesta, me dijo que quería que le abraza, lo hice, que la abrazara fuerte, que la pegara más y más a mí. Lo hice. ¡Esa niña estaba jugando conmigo! y como me gustaba... “¿Serás mía?”, dejé escapar. Sentía sus pequeñas manos por partes del cuerpo donde el roce me hacía estremecer. Repetí seriamente, algo seco… “¿Serás mía?” se separó un poco, solo unos cuantos centímetros, me miró fijamente, quizás con miedo, sus ojos desmesuradamente abiertos y los labios en seña de separación, preparados para soltar un suspiro o un grito, no lo sé. La niña que estaba jugando conmigo, tenía miedo…
¡JA! Vosotros juzgan siempre lo primero, cualquier cara bonita y un poco inocente os hace creer que se es “inocente”, déjenme decirles, que no es así. Por favor, mírense, mírenme, ¿si no supieran los hechos, me juzgarían de enfermo? si, ya van entendiendo. Continuare. Camille, Camille, dulce, dulce, dulce Camille, ¿dulce? ¡por supuesto! piel de porcelana, hilos dorados, labios seductores, como sabía tocarme esa niña…
¡Cállese! usted está para juzgarme, pero ninguno logrará callarme. Esa niña sabía tocarme, y tocarme muy bien. Para ser tan joven se sentía con mucha experiencia en el tema… Tanto como seducirme con su sonrisa cuando “jugábamos” solos, como para otras cosas. ¿Ha escuchado usted alguna vez lo divertido que puede volverse jugar a las escondidas? y ¿lo gratificante que es la penitencia? Es una lástima que siempre que llegábamos a la parte más divertida, donde más excitado me encontraba, y ella más ardiente y madura se veía… Se detenía a reír un poco, esa sonrisa pícara de señorita, mirándome con cara de no saber nada. Discúlpeme si me muerdo los labios, si me paso la lengua o sonrío ladino, pero los recuerdos de sus roces me elevan a otro mundo y cuando entro en ese mundo… Ya no puedo parar.
Así es como pasó ese día… ¿quiere los detalles? ¿seguro está preparado para escuchar esto? Ja. ¡Como usted lo desee! me hacen emocionar en momentos tan difíciles como estos. Camille, belleza de porcelana… Mejillas rojas, labios rosas convertidos en rojo por cada beso y por cada mordedura, ¿Puede usted imaginar los secretos que se encontraban bajo su vestido? y lo dulce que era su piel… el tacto era perfecto, sus cabellos se movían y su cuerpo empezaba a expedir más y más calor… ¿Eh? ¿me detiene? –sonreí ladino- ¿no que quería saber los detalles?... ¡por última jodida vez! ¡no soy un enfermo! juro que no soy un enfermo, y juro que no lo quería, pero. Si su ropa interior ya era demasiado para mí, no puede imaginarse el éxtasis de verla de a poco, y hablarle con la lengua sin usar la voz… y su color pálido, y la sensación en mi tan…
Lo juro juez, no quería hacerlo, pero su piel… Su roce, su olor, ya no podía detenerme. Dolor es a placer, como corrompido es a incorrupto. ¡¡¡sálveme!!! ¡hágalo ya por favor! se lo ruego.
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